La
Guerra de la Restauración fue una guerra de guerrillas de 1863 a 1865
en la República Dominicana entre los nacionalistas
dominicanos y España, quien había recolonizado (con ayuda del
conservadurismo dominicano) el país 17 años después de su independencia.
En
1861, el general Pedro Santana pidió a España que retomara el control
del país, después de un período de sólo 17 años de
independencia. España, que no había llegado a un acuerdo con la
pérdida de sus colonias en América 30 años antes, aceptó su propuesta y
convirtió al país nuevamente en su colonia.
El
resultado no fue el esperado mejoramiento de la situación económica,
sino una degradación y una crisis monetaria. Además
los derechos individuales fueron limitados y las protestas populares
fueron reprimidas brutalmente. Prontamente se organizó la primera
resistencia armada. Francisco del Rosario Sánchez, uno de
los principales arquitectos de la independencia dominicana, pidió
ayuda a Haití, pero fue capturado y ejecutado el 4 de julio de 1861.
En
1863, España estaba ejerciendo presión sobre Haití para que este le
cediera territorio a España, o pagaría una gran suma
por concepto de indemnización. Esto hizo que el presidente haitiano
Fabre Geffrard abandonara su estricta neutralidad y apoyara a la
resistencia dominicana. Este apoyo de Haití fue una ayuda
importante para un nuevo grupo bajo el liderazgo del joven militar
Gregorio Luperón, ya que podrían usar el territorio haitiano como base
de operaciones.
El 16 de agosto de 1863, el grupo hizo una audaz incursión en la capital (Santo Domingo) y levantó la bandera dominicana en
el cerro de Capotillo. Esta acción, conocida como el Grito de Capotillo, fue el comienzo de una guerra que duró hasta 1865.
El general Pedro Santana fue reemplazado por el español mariscal José de la Gándara, pero al final el ejército español fue
incapaz de derrotar a los insurgentes, y tuvo que abandonar el país.
Revueltas preliminares de 1863
Línea Noroeste
Un
movimiento más extenso, mejor planeado, que el de Neiba se venía
tramando desde hacía meses en todos los campos del
Cibao, inspirado y organizado por el prestigioso hacendado Santiago
Rodríguez, quien a la sazón era Alcalde del pueblo de Sabaneta,
virtualmente fundado por él mismo.
Rodríguez
venía conspirando y difundiendo la idea restauradora desde hacía
tiempo. Era un patriota depurado, con
participación en las luchas nacionalistas desde los días del
movimiento de La Reforma bajo la dominación haitiana. Luego fue un
Agente valioso de la Junta Central Gubernativa, a través del
General Ramón Mella y del Delegado Manuel de Mena. Combatió
valientemente en Sabana Larga, con el grado de Teniente, batalla en que
fue herido. La administración española quiso servirse de su
prestigio designándolo Alcalde de Sabaneta, puesto que aceptó para
encubrir sus propósitos reivindicadores.
Su
plan era iniciar la revolución restauradora al cumplirse el aniversario
de la Independencia, o sea el 27 de febrero de
1863, y al efecto había extendido el movimiento hasta Santiago,
Puerto Plata, Moca, La Vega, San Francisco de Macorís, San José de Las
Matas y los pueblos de la Línea Noroeste (La
Línea).
En
esta tarea tenía como colaboradores a los coroneles Lucas Evangelista
de Peña, Norberto Torres, Juan Antonio Polanco,
Benito Mención, y los oficiales y paisanos Pedro Antonio Pimentel,
José de la Cruz Álvarez, José Ramón Luciano, José Cabrera, José
Barriento y a otros que luego ocuparían lugar preponderante en
la lucha por la restauración o perecerían en sus comienzos.
Rodríguez había conquistado desde el principio al General Antonio
Batista, que era el Comandante de armas de Sabaneta, y con su antiguo
amigo, y anterior Comandante de armas de Sabaneta, Thomas Pierre,
nacido en Haití pero que luchó siempre al lado de los dominicanos.
De Puerto Plata llegó a prestarle una colaboración entusiasta un joven lleno de exaltación patriótica desconocido entonces
y cuyo nombre era Gregorio Luperón.
El día 21 de febrero llegó a Sabaneta, desde Puerto Plata, su hermano Manuel Casimiro Rodríguez, y le llevó la seguridad de
que Puerto Plata estaba lista para el pronunciamiento general en proyecto para del día 27.
Todo
estaba casi listo para el estallido simultáneo de la revuelta, cuando
el 21 de febrero Norberto Torres, embriagado, al
ser llamado "paisano" por un soldado español, rechazó el
calificativo y el saludo que éste le ofrecía y respondiéndole
amenazadoramente, le hizo saber que en el término de cinco días los
españoles serían atacados.
La
amenaza fue denunciada a las autoridades y éstas trataron de prender a
Torres, pero éste huyó arrojándose al Yaque, que
cruzó a nado, y fue al lugar denominado El Pocito, donde el Coronel
Lucas de Peña, jefe de la conspiración en ese lugar, y cuya misión era
la de asaltar a Guayubín el 27. El Coronel de Peña,
pensando que la mejor defensa era el ataque, convocó a los
campesinos de las comunidades vecinas, y en la noche del 21 de febrero
de 1863 atacaron la plaza de Guayubín.
Los
patriotas fueron rechazados por los efectivos del batallón español San
Marcial, comandados por el General Fernando
Valerio, de guarnición allí. Pero, en un segundo ataque luego de
penetrar por el cementerio, pudieron vencer a la guarnición la cual hubo
de abandonar al pueblo replegándose a Montecristi y
dejando armas y parque en manos de los atacantes.
Santiago
Rodríguez lamentó aquella precipitación pero ya rotas las hostilidades,
se hizo cargo al amanecer del día 22 de
Sabaneta, después que el Comandante de Armas Batista se retiró a Los
Cercadillos. Al jefe del movimiento le acompañaban el Coronel Pierre,
el Coronel José Mártir, el Oficial Ignacio Reyes y
otros. El pueblo no tenía guarnición española.
A seguidas de la proclamación de Sabaneta, siguió la rebelión de Montecristi dirigida por José Alejandro Metz que fue
dominada por los patriotas por breve tiempo.
Santiago
Rodríguez quiso adueñarse inmediatamente de San José de las Matas
enviando al comprometido Antonio Batista
acompañado del Coronel Ignacio Reyes y del joven Luperón a llenar
ese cometido. En aquel pueblo los revolucionarios contaban con la
complicidad del General Bartolo Mejías, hombre de prestigio en
la región. El número de efectivos aumentó al llegar a Guaraguanó
(actual Monción), pero al cruzar el río Mao en el sitio de Bulla, los
expedicionarios fueron recibidos a tiros por los
matenses.
Hubieron
de variar la dirección para seguir el difícil camino por la montaña
denominada El Peñón. Al llegar a la
confluencia de los ríos Inoa y Ámina, fueron atacados el día 23 por
fuerzas de la reserva (dominicanos pero al servicio de España)
comandados por el Coronel de las reservas José María Checo,
quien logró derrotar a las fuerzas patriotas favorecido por el buen
armamento y por la posición privilegiada que ocupaba. Por la noche,
luego de suspendido el fuego, el General Batista recibió
una órden del General Santiago Rodríguez para que regresara a
Sabaneta.
El
fracaso español en Guayubín puso en moviento las fuerzas españolas del
General José Antonio Hungría, Comandante de Armas
y Gobernador de Santiago. El puesto de gobernador pasó a ser ocupado
con carácter de interino por otro general de las reservas dominicanas,
Aquiles Michel (españolización de Achille
Michelle).
Pero
Hungría llevaba pocas tropas y al conocer la importancia de la
revuelta, comenzó a emplear la diplomacia para disuadir
a los rebeldes, mientras daba tiempo a que tropas españolas al mando
del Brigadier Manuel Buceta, Gobernador de Samaná, llegasen a
Montecristi por mar.
El
24 de febrero, estando acantonado en Jaibón, el General Hungría tuvo
noticias de la rebelión en Santiago, y marchó
inmediatamente sobre la ciudad para enterarse a su llegada de que ya
la revuelta estaba controlada y se apresuró a retornar contra Guayubín.
Se reforzó con más tropas y salió hacia La
Línea el día 27 de febrero, haciéndose acompañar por una
comisión de patriotas: Furcy Fondeur, Benigno Filomeno de Rojas, Carlos
Fermín y Tito Fermín.
En
dirección a Guayubín, el General Hungría acampó en Villalobos, desde
donde se comunicó con el Coronel Lucas Evangelista
de Peña, quien actuaba como jefe militar de la revolución por
hallarse Santiago Rodríguez enfermo. Lucas de Peña se decidió a
abandonar la revuelta ante la evidencia de la impreparación de la
misma y del gran ataque español que se avecinaba, prefiriendo
acogerse a las garantías prometidas por el Gobernador de Santiago.
Peña
comisionó al Comandante Pedro Antonio Pimentel para que hiciera
retroceder al Coronel Benito Monción, quien con 800
hombres marchaba sobre Hungría. Pero Monción se opuso a todo
arreglo, no obstante lo cual la acción de Peña causó confusión y
desmoralización en las tropas.
A
pesar de la decisión de Monción, el General Hungría supo aprovechar la
situación y pudo ocupar a Guayubín, mediante una
maniobra rápida y aprovechándose de que Peña y Torres habían
abandonado ese pueblo para retirarse, indecisos y confusos, a Dajabó.
Con
sus activos grandemente disminuidos, Monción, acompañado de Juan de la
Cruz Álvarez y otros oficiales, determinó
resistir en Mangá, en la confluencia de los ríos Yaque del Norte y
Guayubín. El fuerte de Mangá era una posición sólida y bien artillada
que nunca pudieron tomar los haitianos en la
Independencia.
Monción
contaba con cuatro piezas de artillería sacadas de Guayubín, pero
puestas en manos incompetentes, y con unos
doscientos hombres, restos de dos mil que tuviera poco antes, esperó
a Hungrría que atacó el 2 de marzo a las 7 de la mañana. Pero los
patriotas no pudieron resistir el ataque español, quienes
con inferioridad numérica pudieron capturar el fuerte.
Con los españoles iba el General dominicano Gaspar Polanco, que comandaba la caballería, como General de las
reservas.
De
Mangá, Hungría marchó sobre Sabaneta. Monción pernoctó en El Llano de
San José, cubriendo el Paso del Café del Río
Guayubín, tratando de reorganizar sus fuerzas después de la derrota,
y Hungría que no pudo forzar la avanzada aprovechó los dos días
siguientes para reunir un numeroso ejército con el objeto de
aplastar el cuartel general de la revolución.
El
día 5 de marzo, a eso de las cuatro de la tarde, se presentó el General
Hungría por El Guanal, camino de Dajabón, con
más de mil hombres. Y aunque sólo había en el pueblo 135 patriotas
de los más comprometidos, al mando de Santiago Rodríguez, estos
resistieron bravamente.
La
defensa de Sabaneta fue en extremo heroica, y en ella murió el Coronel
José Mártir "sobre un montón de cadáveres"
tratando de detener casi sólo un furioso asalto al arma blanca, que
desató el General Gaspar Polanco, todavía al servicio de los españole.
A
las seis de la tarde, aplastados por la superioridad numérica de los
atacantes y sin municiones, Santiago Rodríguez y los
demás oficiales patriotas, se retiraron con los restos de su
diezmada tropa al otro lado del Río Yaguajal, en donde los españoles no
creyeron prudente seguirle ya que empezaba a anochecer.
Desde Sabaneta el General Hungría mandó a Campillo sobre Montecristi, pueblo que el español encontró abandonado, y donde
convergió también el Brigadier Buceta por la vía marítima con dos compañías de cazadores y una sección de artillería.
Con
la caída de Sabaneta los patriotas quedaron desorganizados y sus jefes
hubieron de refugiarse en distintos sitios para
continuar la agitación clandestina. Centenares de campesinos y
habitantes de las poblaciones rebeldes, por estar comprometidos en la
revuelta, hubieron de abandonar sus hogares, dejando
desamparadas a sus familias.
El
Capitán General Felipe Ribero proclamó, el 28 de febrero, el estado de
sitio en todo el territorio de la parte española
de la isla y dictó una serie de disposiciones que suprimían las
pocas libertades y garantías vigentes en teoría, basándose en leyes
españolas del año 1821.
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